El proyecto se presenta como un monumento en sí, que a su vez cumple la función conmemorativa que da lugar a una plaza de acceso reconocible en su conjunto a través de un recorrido o sendero que se integra a un volumen mayor monolítico contenedor de un espacio subterráneo que establece la base ordenadora del proyecto -la institucionalización de la memoria-, cumpliendo la labor de conservar y perpetuar el recuerdo de esta herida en nuestra historia.
El fundamento inicial en esta propuesta consiste en la experiencia como consecuencia de un hecho y como su práctica puede ser registrada por un continuo de fenómenos sensoriales.
Buscamos materializar la incertidumbre tras un hecho que nos remece…una huella y como esta provoca redescubrirse; deambular en relación a un recorrido, o a instancias que permitan pausar el andar cotidiano, junto con transformarse en una señal que sea percibida inmaterialmente por medio de la luz desde la distancia y a manera de un bloque perpetuo en la proximidad.
El memorial 27F busca rescatar elementos sensibles y reconocibles por las personas, no tan solo por el grupo de familias que fueron directamente afectadas por este catastrófico hecho en nuestra historia, sino, como hito de esperanza y de reflexión para cualquier persona que lo aborde.
Este conjunto se subdivide programáticamente en una plataforma de observación, en un espejo de agua que contiene a su vez una estructura monolítica como espacio reflexivo, conectado a un sendero elevado que media entre la cotidianidad y la contemplación. El terreno actual de lomajes permite el acto de tenderse o convocar al esparcimiento siendo activado por instancias inusuales por ser característica inundable.
–Monolito
El concepto de portal es fuertemente arraigado en el esquema de ocupación del proyecto para el memorial en la ribera río Biobío, al generar un cubo revestido en granito negro, que a su vez actúe como una superficie que refleje su entorno a modo de espejo, un elemento conceptualmente inmaterial, que por medio de la luz actúa como portal entre un mundo etéreo y un mundo físico. El cubo o espacio para la memoria yace sobre un espejo de agua con fondo en color negro para acentuar su propiedad reflexiva, por lo tanto generamos un cubo material que flota sobre otro de igual característica visual, pero a la vez ausente, unificado por un haz de luz que emerge desde este monolito completando un circuito que durante el día es apreciado desde el interior de este cubo como espacio de introspección al que nos adentramos en penumbra circunscribiendo a este espacio para “entrar-salir” a la luz, donde nuestra mirada haciende por la nave iluminada por el sol, buscando producir un instante reflexivo.
A este monolito se accede por medio de una plataforma inclinada, en donde nos adentramos en las aguas como metáfora de desapego a lo material. Entramos en el submundo de los reflejos y la ausencia, nos adentramos básicamente en el cubo reflejado en el agua por medio de un sendero, con paramentos en hormigón visto, bajando en búsqueda de un motivo, en búsqueda de la luz.
Este volumen es posible recorrerlo perimetralmente y se presenta como testigo insobornable de la memoria, protegiendo y conteniendo el espacio, delimitando sus aristas y presentando una imagen estable e íntegra hacia el contexto inmediato.
Interiormente rescata el número 8.8 como unidad de medida base para cada una de sus caras interiores expresado en planta como un cuadrado de 8.8 m. de lado.
Este espacio dedicado a la reflexión propiamente tal se encuentra revestido interiormente de mármol de carrara blanco, aumentando por reflexión de la luz el estado de exaltación espiritual que buscamos logrando una iluminación diáfana a causa del cielo liberado a las estrellas, condicionados también al estado del tiempo liberando así al usuario, tanto del contexto inmediato como del sonido, en un ejercicio de introspección que solo será adornado por el silencio, por un estado reflexivo y de entrega, a su vez materializado por el objeto escultórico el cual será recorrible y posicionado en el espacio, potenciando un estado en que la propia nave de 21mts de alto nos proyecte nuestras miradas al cielo durante el día. En la noche esta función será cubierta por un sistema de iluminación que permita generar un haz de luz…una referencia geográfica.
Al salir, por efecto de subir la rampa, cargamos con una consecuencia en el cuerpo. Pesadumbres, emoción, recuerdo y memoria, demarcado o reconocido en la penumbra para retornar a lo cotidiano, a la luz…esta vez enfrentando las aguas del Biobío en señal de conciliación con sus aguas.
Equipo: Osvaldo Salazar Mikacić + Carlos Morales + Nicolas Canales
Premio: Mención de Honor.
Año: 2010.